MUSEO DE LAS CULTURAS ABORÍGENES
El museo se encuentra localizado en el barrio de Todos
Santos, en la intersección de la calle Larga y Mariano Cueva. Presenta una
muestra de gran valor arqueológico de distintos periodos históricos del
Ecuador. Además posee una selecta colección de pintura y artesanías de la época
Colonial.
ÉPOCA DE FUNDACIÓN
En 1.992, quinto centenario de presencia, encuentro,
descubrimiento, choque o enfrentamiento de culturas, fecha que por lo menos
provocó controversia, se inauguró este museo de particulares cualidades, como
homenaje a los indios ecuatorianos y los grupos humanos de los que provienen
directamente las obras que lo integran. La entidad, que no se limita a mostrar
objetos arqueológicos, algunos en verdad únicos, sino que propicia encuentros
indí¬genas en seminarios de información que reúnen al mismo núcleo de tiempo en
tiempo, para proporcionarle un conocimiento sólido de cuanto hicieron sus
ancestros, generar en ellos respeto hacia la producción de sus mayores y
estimular el deseo de superarse, es fruto de la iniciativa privada.
El museo fue creación de Juan Cordero Iñiguez que la mayor
parte de su vida se ha dedicado a la docencia universitaria, al estudio y a la
colección de testimonios materiales de las distintas regiones del Ecuador, en
sus diferentes fases históricas: desde la más remota antigüedad, hasta la época
de la colonia, en acción sólidamente apoyada, desde hace más de dos décadas,
por su esposa, Ana López Moreno quien dirige el museo.
COLECCIONES AL INTERIOR
Ingresamos al Museo de las Culturas Aboríge¬nes por la sala
de lítica, en la que hallamos evidencias del periodo Paleoindio, el del
poblamiento de América y del Ecuador; de las etapas de la cacería y la
recole¬cción. Pero hay también objetos de piedra tallada y pulida en distintos
mo¬mentos del paleolítico y neolítico, en tiempos más cercanos: puntas de
flecha, azadones, hachas, esculturas zoomorfas y antropomorfas, litófonos y
enceres a los que llamaríamos suntuarios: collares y espejos de obsidiana.
Segunda sala.- En la sala siguiente estamos ante los
vestigios de las culturas protoagrícolas y alfareras (3.500 a 500 A.C.) o del
Formativo. Es remarcable el conjunto proveniente de la Cultura Valdivia, la
re-presentación de las famo¬sas Venus, presuntos ex¬votos ligados a la
fecundi¬dad, que empiezan tallán¬dose en piedra y acaban generalizándose en
cerámica, y entre los que po¬demos encontrar desde lo refinadamente realista
hasta lo muy estilizado.
La muestra se completa con arte¬factos ce¬rámicos de toda
clase, realizado con la particular riqueza de técnicas: inciso (el punzón cava
la superficie), exciso (se extrae material al formar las figuras decorativas),
punteado, estampado, etc., técnicas que son explicadas por el director o por
algún guía especializado, con gran dominio del tema.
Hallamos asimismo un grupo pequeño de enceres que provienen
de Machalilla, en la provincia de Manabí. Los expertos señalan que son muy
raros en todo el país y no solo en esta colección, pero que los recipientes
exhibidos – caracterizados por la vertedera y el asa lateral dan idea de la
transición entre Valdivia y Chorrera.
Esta revela una rica variedad de diseños en cerámica
fitomorfa, zoomorfa y antropomorfa.
Hallamos también ejemplos de la transición Chorrera -
Bahía. Y pasa¬mos luego, en el mismo ámbito, a admirar las muestras del
Formativo de las provincias de Cañar y Azuay y su continuación en un vasto
proceso cultural que empieza con Narrío, sigue Tocalzhapa y Cashaloma, y
culmina en la cultura Cañari.
Juan Cordero habla de la poca importancia que se dio hasta
ahora a Tacalzhapa y de su revalorización actual. Detalla la trascendencia de
la abundante muestra de Cashaloma, con su rica gama de diseños en toda clase de
piezas cotidianas, ceremoniales, ornamenta¬les; y se detiene en las
imaginativas obras de los Cañaris, especialmente en los adornos de hueso y asta
y en los rucuyuyas, mara¬villosos exvotos funerarios en concha, material ajeno
a la zona e introducido en ella a través el comercio.
Tercera sala.- En la tercera sala en¬contramos la presencia
de dos culturas de la Costa: Jama-Coaque y Guangala, destacándose en ambas los
sellos cilindricos y planos, respectivamente, con los que se realizaban ritos
de carácter mágico, tanto en el cuerpo como en la tierra, cuando se la tenía
como sagrada; y una cerámica pintada, colorida y rica en adornos superpuestos
en una suerte de pastillaje, imaginativos, de un exotismo y una vistosidad
sorprendente, se diría que barrocos.
Cuarta sala.- La cuarta sala ofrece a la vista un conjunto
es¬pléndido de la Tolita, quizás el más espectacular del museo, conformado por
culturas antropomorfas, maqueta de casas, cabezas trofeos- antecedentes en
cerámica de la tzantza-, máscaras funerarias o ceremoniales, moldes en positivo
y negativo, artefactos utilitarios (rallos, por ejemplo); otros,zoomorfos,
presumiblemente rituales, que representan aves y tres clases de animales
ligados a esta cultura con carácter totémico: ofidios, simios y felinos; y
miniaturas, quizás juguetes o lliptas, en las que se ponía cal, que era usada
en pequeñas dosis para extraer el alcaloide de la hoja de coca que masticaban
por costumbre nuestros antepasados.
Hay también grandes recipientes funerarios que servían para
enterra¬mientos y que aislaban los cuerpos del exceso de hu¬medad ambiente, lo
que conservó ornamentos hechos en metal y fragmen¬tos de tejido.
Quinta sala.-Una quinta sala está dedicada a la sierra
norte y a las culturas de Tunchuán, Cuasmal y Negativo del Carchi. Destacan
representaciones de masticadores de la coca, conocidos popularmente como
coqueros; bellos platos pintados interna
y externamente, con motivos vegetales, así como pájaros y peces, y también
abstractos; ollas, zapato, llamadas así por su forma caprichosa y las grandes
botijas, típicas de la zona, que recuerdan por su forma a los aríbalos incas,
mucho más tardíos.
Sexta sala.- La sexta es la sala de las culturas de la
Sierra Central: Panzaleo, caracterizada por la cerámica con pintura positiva y
ne¬gativa. En especial las compoteras, fina y artísticamente trabajadas en esa
vieja técnica de lo negativo en la que
se cubren de materiales aislantes, partes de la pieza que no se desea
colorear, se la somete a una doble cocción. Y la Puruhá, localizada en la zona
del Chimborazo, vecina del anterior, pero que elaboró una cerámica totalmente
distinta, en particular los recipientes con mango, vasos antropomorfos, algunos
de dos cabezas y que muestran claros estudios de expresión, y grandes cántaros
con detalles antropomorfos.
Séptima y octava sala.- Las salas séptima y octava se
consagran a la cultura Milagro - Quevedo. Abundantes en la producción de
formas, tanto en recipientes como en figu¬ras humanas. De las últimas destacan
las seden¬tes, que exhiben algunas particularidades: variedad en la pose,
exhuberancia de tocados, algunas vertederas mitras y una riqueza mayor en el
atuendo masculino que en el femenino. Todas esta¬rían ligadas al chamanismo.
Las últimas salas exhiben obras de las cultu¬ras Manteña,
Inca, Napo y las piezas encontradas en Loja, en un sector posiblemente de
trascendencia arqueológica, pero que no lo ha sido todavía suficientemente
estudiada.
Hay también una sala en la que admiramos una gran cantidad
de objetos trabajados en materiales blandos, no preciosos, en especial cobre,
tumbaga, y ocasionalmente, plomo y estaño, procedentes de distintos sitios del
país de periodos históricos diferentes y que muestran un claro dominio de la
técni¬ca, por parte de nuestros ancestros indígenas. "Las Condiciones de
un Museo particular no permiten la exhibición de piezas de oro", afirma
Cordero que lamenta no poderlas in¬cluir en su gran colección, pues son
complemento in¬dispensable de la riqueza arqueológica.
El Museo no termina, como sería de esperarse con la muestra
de la cultu¬ra Inca, sino con sus pro¬longaciones en la época Colonial y
Republicano. Estas ocurren, en lo formal, en lo técnico, y las po¬dríamos
considerar mestizas.
SERVICIOS
Cuenta con servicios de guías para grupos, atención
especializada para niños de escuela y una guía impresa que se encuentra a
disposición de los visitantes que deseen hacer el recorrido individualmente.
La Fundación Cultural Cordero, que administra el museo,
posee, además, una biblioteca especializada en arqueología, arte, historia y
literatura ecuatoriana e hispanoamericana, con más de 32.000 títulos. Son
también parte de esta unidad un archivo histórico y una fototeca.
La fundación edita libros especializados, auspicia eventos
vinculados con la cultura y tiene convenios con otras instituciones similares.
Cuenta también con el café Amerindia, la tienda del museo y golosinas
elaboradas en el convento de Todos Santos
FUENTE:
Ministerio de Turismo
Direccion
Calle larga 5-24, entre Hno. Miguel y Mariano Cueva
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